que juntos hicimos tantas veces
por un mismo camino
con penas y alegrías, con ilusión y optimismo.
Hoy al ver tu rostro envejecido a mi lado,
han venido a mi mente
los recuerdos de nuestra juventud ya tan lejana,
la mesa rodeada de nosotros y los niños.
La alegría reflejaba en nuestros rostros
la bendición de Dios en nuestro nido de amor
y el pan compartido por cada uno de nosotros.
La algarabía y la risa de ellos
cual música divina que estremecía nuestras almas,
que tiempos fueron esos, plenos de amor sincero y puro,
quién pudiera volver a revivirlos.
Pero todo es un sueño y al despertar nos vemos los dos solos,
muy solos... nos miramos muy tristes, nos tomamos de la mano
y una lágrima aparece en nuestros ojos más envejecidos.
Miguel Augusto Maturana Centurión.
(mi Tata)